El robo de dos mapamundis de dos volúmenes de la Cosmografía de Ptolomeo (siglo II después de Cristo) forzaron la dimisión de la directora de la Biblioteca Nacional de España, Rosa Regàs, junto con un cruce de acusaciones de falta de sintonía con el nuevo ministro de Cultura, César Antonio Molina, que, según la primera versión de la ex-directora, le acusó de no haber hecho nada durante los tres años de gestión al frente de esta institución.
A la escritora, podíamos escucharla como tertuliana en el espacio radiofónico La Ventana, que emite la Cadena Ser, antes de su nombramiento como directora. En aquellas tertulias vespertinas, se mostraba incrédula ante los argumentos de una de sus compañera, de afiliación política del Partido Popular, de mesa frente a planteamientos políticos que consideraba que saltaban a la vista y que no eran posibles de negar. De aquellas tertulias, puedo sintetizar que Regàs no disponía de cintura política y mesura a la hora de utilizar sus palabras, algo que le ha hecho falta ante los problemas que se ha enfrentado durante los tres años que se ha hecho cargo de una de las organizaciones culturales más importantes de España.
Me resultó curioso que el diario El País, perteneciente al mismo grupo editorial que la Cadena Ser y escorado hacia las posturas políticas de la escritora y del Gobierno actual, dedicara una editorial al escándalo que había forzado la dimisión de la escritora y que las palabras duras no faltasen:
El paso de la escritora catalana por la institución no va a dejar, lamentablemente, demasiadas huellas positivas. Lo que haya podido realizar como directora en estos tres años (ella, lógicamente, tiene todo el derecho de reafirmar su gestión) se ha visto empañado por no pocas meteduras de pata (entre ellas y una de las más sonadas, su invitación a no leer periódicos) y una buena dosis de sectarismo. Sólo queda ahora desearle que disfrute de la literatura. Sus lectores, sin duda, lo agradecerán.